Ingredientes que no pueden faltar.
1.- Entender al cliente de verdad.
El primer paso es escuchar y observar a las personas para identificar una necesidad real. Capturar esas historias, basadas en los problemas reales, para lo cual hay que salir a la calle, hablar con los clientes y con la competencia.
2.- Hacer de las quejas una oportunidad para ofrecer servicios diferentes que modelen el negocio.
No cerrarse a opciones, por extrañas que parezcan y tener una continua actitud para escuchar, recogiendo la opinión del cliente en todo momento y utilizándola como base para seguir evolucionando y satisfaciendo sus necesidades.
3.- Es fundamental hacer las cosas fáciles.
Una buena idea, producto o servicio debe ir acompañado de una experiencia de cliente que no sólo sea correcta y de calidad, sino que emocione al usuario y le haga “enamorarse”.
4.- El trabajo colaborativo multidisciplinario es otro de los ingredientes básicos.
No nos referimos sólo al trabajo en equipo, sino a crear entornos de conocimiento multidisciplinarios, donde perfiles muy diversos (ingenieros, vendedores, diseñadores, técnicos, desarrolladores, antropólogos,…) puedan compartir visiones, hibridar su talento y desarrollar de forma realmente creativa, nuevas soluciones para llegar a un objetivo común.
5.- Tener un proceso continuo de feedback, creación y evolución.
Frecuentemente a esta capacidad permanente de adaptación se llama agilidad. Se trata de ser flexible a los cambios y necesidades, tener velocidad para generar nuevas soluciones y probar a través de procesos rápidos y poco costosos.